Un nanomaterial hidrófobo y biodegradable para restaurar edificios históricos

Investigadores de las universidades de Cádiz y Florencia han combinado ácido poliláctico, de origen vegetal, y nanopartículas de sílice para obtener un revestimiento adecuado para actuaciones de recuperación del patrimonio. El nuevo recubrimiento evita que el agua penetre en la superficie y es reversible, es decir, fácil de eliminar en futuras restauraciones

 Buenos Aires-(Nomyc)-El grupo de investigación Tamices Moleculares y otros Nanomateriales de la Universidad de Cádiz (UCA), en colaboración con la Universidad de Florencia, ha obtenido un nuevo revestimiento biodegradable, destinado a la restauración del patrimonio histórico, que combina ácido poliláctico, de origen vegetal, y nanopartículas de sílice para obtener un recubrimiento que repele el agua.

La utilización de un componente biodegradable lo convierte en reversible, es decir, fácil de eliminar en futuras actuaciones arquitectónicas o patrimoniales.

Según apuntan los científicos, los materiales destinados a las modificaciones en edificios históricos aspiran a ser respetuosos con el medio ambiente y reversibles, es decir, que se puedan retirar de manera fácil cuando se acometan futuras intervenciones.

“El ácido poliláctico es una de las alternativas más prometedoras a los polímeros a base de petróleo, ya que se puede obtener a partir de fuentes renovables como maíz, remolacha, o trigo. Una aplicación innovadora de este material biodegradable es proteger el exterior de los edificios”, explica la investigadora María Jesús Mosquera de la UCA.

Junto con la reversibilidad, la capacidad de repeler líquidos, es decir, su carácter hidrófobo, supone otra de las ventajas del nuevo material. Según los expertos, el agua se convierte en el principal agente de deterioro en los monumentos. Por un lado, contiene sales disueltas, sobre todo en entornos costeros y, por otro, es el medio donde habitan seres vivos.

“Si utilizamos materiales que rechazan el agua evitamos compuestos como las sales y evitamos que haya colonización biológica”, precisa Mosquera.

Hasta ahora, los tratamientos hidrófobos suponen un obstáculo en futuras restauraciones, ya que no resultan aconsejables para consolidar superficies pétreas y son de carácter permanente.

La novedad del material es que consigue ambos efectos: repeler el agua y retirarse si es necesario ya que “el recubrimiento utiliza como base es ácido poliláctico que puede eliminarse con la simple aplicación de disolvente orgánico, in situ con un algodón, en la propia fachada del monumento”, adelanta Mosquera.

En un artículo, publicado en la revista “Progress in Organic Coatings”, los investigadores describen un procedimiento para crear recubrimientos hidrofóbicos y reversibles.

“Demostramos que las gotitas de agua no se extienden, ni se absorben, ni interactúan con el material, ya que producen ángulos de contacto de aproximadamente 140 grados en un típico mármol de la fachada de un edificio. Esto se consigue por la acción combinada de la rugosidad creada por partículas de sílice y la baja energía superficial que conseguimos con el ácido poliláctico”, destaca la investigadora.

El trabajo también demuestra que los recubrimientos preservan las propiedades estéticas del sustrato de piedra y que no alteran significativamente la transpirabilidad de la piedra.

“Además, confirmamos la reversibilidad de los revestimientos, mediante el uso de un procedimiento simple que se puede emplear en mármol o cualquier otra superficie”, detalla Mosquera.

Tejas superhidrofóbicas                                                                                                                                                                                             Los expertos de la UCA se centran desde hace décadas en una línea de investigación dedicada al desarrollo de materiales hidrofugantes con aplicaciones en el campo de la construcción. Su creación más reciente son tejas superhidrofóbicas, es decir, con alta capacidad para expulsar el agua.

En un trabajo publicado en la revista “Nanotechnology”, los expertos describen un proceso de construcción de estas piezas destinadas a las cubiertas de los edificios y de manera concreta, los investigadores han añadido a las tejas un gel con nanopartículas de sílice para aportar rugosidad.

“Estas estructuras nanoscópicas crean un revestimiento en la superficie teja que atrapa el aire y promueve la repulsión del agua. A continuación se añade un agente tensioactivo para prevenir la formación de grietas. Una característica fundamental en el caso de las tejas, sobre todo, por los fenómenos de hielo y deshielo”, adelanta.

El siguiente paso de este estudio, financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad, será comprobar el funcionamiento de estas tejas en edificios reales para verificar sus propiedades.                                                                                                                                                     Nomyc-10-5-16

 

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